lunes, 17 de mayo de 2010

La espera


No caminar. Ni hablar. No hacerse presente. Ni notable. Eso quiere. Callar a los otros para que no lo busquen, no sepan de él en el campo de batalla. La cara contra la hierba húmeda, el rifle incrustado en el pecho con la presión de su propio cuerpo. Luz. Despojos de un aire que no llega. Frescura negada. Piensa en la carta que palpita a su costado. Su novia le habla de amor, de una casa, trenzas rubias, la gramilla donde se amaron, la precisión del llanto en la despedida. Decir amor y despedirse. Llevarse las manos a los labios para no nombrarse. Partir. Boca abajo, el soldado ve pasar su vida, siente los pies fríos, siente los cabellos bajo el casco, la noche con su mortaja que lo envuelve. Sufre y tiene los ojos vendados. Ella respira en él desde las letras pero no es consuelo, no sabe cobijar su llanto. Está sólo. Ama un dolor.

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