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Se buscaron en el chat durante meses. Cansaron pornografías y nostalgias, fotos y sitios donde sospecharon que el amor se escondía. Durmieron siestas en las pantallas de sus computadoras, soñándose la piel del otro y ese beso virtual que se tenían prometido. Cuando finalmente un correo electrónico los encontró, se miraron las letras, se leyeron amargamente el deseo. Porque ya no eran lo mismo que dos amantes desolados sino más bien una gran incomunicación presentándose en forma de caras sorprendidas ante una cámara desenfocada. Se olvidaron para siempre después de encontrarse.