miércoles, 9 de junio de 2010

La vida


En la tibieza de la almohada ella ubicó el corazón. Lo miró, la mejilla encima de la tela, el pelo en pliegues sobre los hombros. El objeto palpitó un rato hasta quedar quieto definitivamente como una piedra. Entonces ella le dijo al joven desnudo en la orilla de la cama: “Ahora te podés ir, ya te he dado la vida”.

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