La estación se transformó en bar. Los ferroviarios de aquellos días trocaron en mozos atentos que trabajan y sonríen por propinas. Un par de niños, que ayer robaban remaches para jugar con gomeras, hoy miran vidrieras luminosas o posan para sus quince años en la fuente. Sin embargo a la noche, cuando se termina la luz, un ruido viejo de motores, respira entre los escaparates de ropa cara.
Un relato que pinta bien, me parece que es para seguirlo, con esa atmósfera poética y evocativa, jugando con los tiempos...podría haber alguna historia allí. Saludos.
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