viernes, 16 de julio de 2010

Después de la noche


La lámpara encendida con esa luz crema sobre los muros, unos libros bien apilados en los estantes de cedro, la alfombra blanca humedeciendo los pasos del hombre solo. Afuera una tormenta de verano indecisa, inquieta, amenaza de frescura en esos días sin sol con toda la humedad junta. Alguien puso música de arpas.
En cada objeto el hombre ha dejado una mirada, ha llamado un instante la atención de los sentidos para ver, allí, esa pieza creada por él, para estar en esa retina y en esa memoria. Como de pronto están los círculos que decoran un florero, la mujer de negro en la calle, el tramado tejido en la mesa, las hojas de un árbol agredidas por una brisa breve. Son él, las cosas y las derivaciones de esas cosas. Su llanto, su sueño, las películas que verá al otro día, las que no verá, el aire respirable y el respirado, el cansancio y la ira, el gusto de la menta y la señal de los brazos en cruz sobre una cama.
Todo está tan hablado entre su cuerpo y la realidad, tan dicho en eso de saberse cierto mientras camina por la casa sumergida en el agua rota de la noche.
No hace falta construir un silencio.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, y sugiere ese silencio pesado que deviene del cansancio, usted entiende a qué cansancio me refiero. Sugiere mucho, estimula que hay algo más detrás de eso y sería interesante escudriñar. Abrazo y quedamos a la espera.

    ResponderEliminar