lunes, 10 de mayo de 2010

El dolor



Acorazar el dolor ¿Sólo eso vale? Encerrarlo en un estuche, ponerle un rótulo, un cartel, para que cuando se lo busque no haya demoras, esté presto para ser sentido otra vez, que esté allí, quieto, estable, sin tempestad, sin arrebatos. Tenerlo por las dudas, por si sobra o por si falta, presente, simple, puro, siempre cierto.
Atesorar el dolor ¿Sólo eso vale? Entre los juncos, bajo una luna quieta. El agua jugando con sus cabellos, el cuerpo inmóvil, los ojos cerrados. Tenerlo por tenerlo, para saber que se lo tiene, que se guarda algo de algo, aunque sea la parte dolorosa, el lado turbio de uno mismo.
Conservar el dolor ¿Sólo eso vale? Mantenerlo vivo en un recuerdo muerto. Un vacío estirado en la sangre, que sigue desenroscándose en los instantes en que falta. El dolor es pausa, espera de la calma más cierta. Es la frase anterior al encuentro. Es el desasosiego y la gramilla esperando ser tocada. Un momento, una rosa, un cuello, el acecho que no llega. Sin respuesta, ni después, sin posterioridades.
¿Sólo eso vale?

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