viernes, 21 de mayo de 2010

Sueño de Emily


Emily Dickinson duerme rodeada de flores. Tiene su vestido blanco. Ha escrito toda la noche. No conoce descanso esa verba dinámica que le brota de los dedos como arrebatos de la estación pródiga. Ahora duerme. Es su instante. Por momentos quiere distinguir al que amó una vez, ese extraño en el que puso los cabellos deseados, los ojos implacables y móviles, la altura de su deseo. Quiere a ese extraño y en sueños lo recibe y lo abraza, furiosa y tierna en su cuarto de rosas permanentes. Lo deja beber de sus manos el agua audaz del cariño. Después lo deja ir, sin despertar, en plena realidad.

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