viernes, 25 de junio de 2010

Amantes


“No quiero otro daño en mi mundo” dijo antes de irse. Lo miró con dulzura mientras él se dejaba abandonar. Después, sí. Las valijas en la puerta de un departamento luminoso, unos libros apilados en el umbral, el retrato de Wilde sobresaliendo de los envoltorios. Nadie aprende a necesitar a los demás. Eso viene de la perseverancia, del ahínco por precisar la voz ajena, el gusto, su mismo hambre. Lleva tanto tiempo armarse un amor para que en unos pocos minutos rapaces el otro deje una flor en el pecho y se despida para salvar su mundo.

1 comentario:

  1. estimado Miguel: así mismo son las despedidas, los adioses, casi inevitables, y jamás existe una explicación para eso, como tampoco hay una para el acto de amar; es cierto, nadie aprende a necesitar a los demás. Y creo que todos creamos unos finales que nos permitan sobrevivir. gracias por tu visita a mi blog, y estaremos en contacto, un abrazo.

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