miércoles, 14 de julio de 2010

Vacaciones narradas


Las vacaciones invitan a leer. Por lo menos a mi me pasa. Todas las horas del día para disfrutar, con atención y tranquilo, de ese encuentro íntimo entre el autor y el lector que es donde se concita la magia fomentada por la literatura: una comunión de interioridades.
En este julio tan "santafesino" (días hermosos pero con temperaturas bajas, cielos muy azules, una tibieza de sol que dura hasta las cinco) mi amigo a la distancia Fernando Belottini me mandó su libro “Textos sin destino” que ganara el premio Fray Mocho de la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos en el año 2008. Me pasé una tarde verdaderamente agradable porque Fernando no sólo demuestra que sabe narrar sino que además da cátedra de cómo hacerlo bien.
En primer lugar admiré el pulso vertiginoso que tienen los cuentos. La de Belottini no resulta para nada una prosa lenta. Sus ágiles historias tienen la velocidad de una buena película de acción. Una armónica síntesis entre diálogo y narración, dos elementos fundamentales para acelerar lo contado, acompañada de pocas descripciones y muy puntuales secuencias argumentativas, contribuyen a la conservación de un ritmo narrativo impecable.
En segundo lugar me encantó el manejo del absurdo. Belottini retrata con inteligencia e ironía esa premura que tenemos los seres humanos por resolver lo que nos molesta de la peor manera pensando que procedemos de maravillas. Lo patético no es la resolución equivocada que se le imprime al hecho sino el convencimiento de que estamos haciendo lo correcto cuando en realidad orillamos el caos.
La irrupción de lo fantástico (“El peso de lo obvio”, “El color y la forma” o “La piedra blanca”) produce un desajuste en la vida personal del protagonista sin alcanzar a los demás personajes. Es ese protagonista, y no los otros involucrados en el texto, quien debe aprender a vivir con lo extraño. Esta crisis unilateral en la narración desajusta al lector quien pasa a ser partícipe de la absurdidad que le toca vivir al personaje principal.
Asimismo cuentos como “Segunda mudanza” (esos parecidos entre los vecinos y Kafka), “En el bar San Carlos” (las chicas que apuestan lo prohibido), “Un hombre efectivo” y su continuación (o su consecuencia) “Aguerre contra Manfredi”, son una reflexión sobre las tentaciones ajenas y las propias. Hablan de la literatura como un material que puede llevar impreso la venganza, el daño gratuito y sin intención o simplemente la confusión en si misma que siempre tiene una contrapartida nefasta.
Si bien en la obra literaria de cualquier autor perduran rumores, ecos de otros textos, de otros autores, de otras historias, un escritor está completo cuando su obra tiene rasgos intransferibles, lugares donde se aquietan los ecos y las voces ajenas pasan a ser un rumor detrás de una voz única. Belottini crea un universo personal, en el que murmuran otras voces pero siempre es una, la de su autor, la perdurable.

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