jueves, 30 de septiembre de 2010

Medea


La mujer sostiene el anillo de bodas en el cuenco de la mano. El marido que se había ido hacia unos años, vuelve a decirle que se casa, que definitivamente la persona que mejor lo completa, ha llegado a sus días.
Ella, mientras él habla del nuevo amor con vanidad, como si estuviera dando una lección de dicha, repasa una historia de dolores hondos, donde otra mujer mató a su hombre en el cuerpo de los hijos.
En un momento, él se queda en silencio. Parece que todo lo decible está pronunciado. Ella respeta su decisión. Y mientras lo ve irse, sin cerrar la puerta, sin decir adiós, sin buscar la aprobación habitual, la mujer guarda el anillo en una caja de madera; luego camina por la casa, perdida, torpe en la búsqueda de sí misma.
Cuando se recuesta en el sofá, Jasón, el gato, reposa allí, felino y blanco. Es su hijo más amado.
Y la ventana está abierta.

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