miércoles, 28 de abril de 2010

Edades


Hoy me pesa la edad de mi silencio. Me pesa tanto como las palabras calladas por dios, como un gesto en el fondo de un espejo, como los zapatos vacíos. Me acerco con la memoria, al lugar donde te amé sin que lo sepas. Y compruebo que no hay otras canciones que me traigan tu sombra. Soy el gladiador vencido, la parte no escrita, la voluntad negada en el impulso del gesto, en la mueca.
Me pesa tanto saberte mortal entre los lirios; observo como siguen tus pasos un curso hacia la nada, sin detenerse, sin pedir perdones y caricias. Pero te veo tan amor en voz pasiva; tan alucinada conquista de lo breve en la veladura del insomnio. Aunque no se crea, prefiero recordarte en un aleteo. Allí, en la flacura de una copa o en el sabor del vino. Prefiero recordarte así, con lentitud y con apuro. En la piedra que endurece tu nombre en el nombre de la piedra. Prefiero así, con la voz trazando tu voz sobre las páginas.

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