miércoles, 28 de abril de 2010

La piel


Una mujer desnuda, solo eso. Eso, y un cristal vacío sin cerrojos, sin transparencias agobiadas, sin reflejos. Un minuto de arena y una huella meditada. Y un suburbio de cosmos por nacernos, por salir de nosotros una noche. Solo eso, y una vaguedad en la sombra de la sombra. Una imprecisión de labios, un derrumbe de viento y piel ardida (y sofocada). Es un momento para no hablar de momentos. Para agonizar el delirio y compartir el borde más cercano del incienso, más cobarde de las manos, el borde más gris y nuestro, más dolido. Sólo eso. Un cansancio de viejo molino lamiente por debajo de la risa. Una ventana a la hora del descuido, y una mujer, y unos ojos entornados una noche.

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