lunes, 9 de agosto de 2010

Hotline


La mujer esperó respuesta en el teléfono. La voz era nasal, áspera. Le gustó por eso: entrar en la línea, buscar hombres y encima encontrar esas voces sofocadas, casi humanas. Nunca tendría el coraje para acostarse con extraños pero había la tentación de la distancia, esa prontitud convocante. Después, el diálogo era siempre lamentable. Cuando el otro le dijo que vivía de changas, que estaba lejos, en otro barrio, el galán se desmoronó en la prisa del anhelo. Se le hizo trizas y tuvo que levantarlo en pedazos. Casi como si lo amara.

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