lunes, 23 de agosto de 2010
Yo amo a Zully
La melena de rulos, el rostro prepotente y ese silencio al presentar la boca para un beso. Nos sumergía en el anhelo de tenerla, de verla otra y otra vez, sin cansarnos, de saberla bonita. De chico, en casa de mi abuela, sus películas eran un culto. La siesta por canal 7 y todo el cine argentino ahí, como si no hubiera pasado un sólo día desde los estrenos. Una tarde de lluvia comenzó la película que me enamoró. Las primeras escenas pasaban sin interesarme pero mi mamá me dijo, bajo, como en complicidad: “Ahí está…¡Qué hermosa mujer!” Eso dijo en un tono de adoración absoluta a la diva. Recuerdo que en esa escena, vestía una pollera negra y una blusa de mangas anchas. El maquillaje, espeso, frío y la luz perfilándole las mejillas entre sombras. La mujer aquella impactaba pero no por esa belleza ramplona y obvia por la que suelen gustar muchas actrices, sino más bien por lo que no tenía. No era suave, no era fina como otras (Delia Garcés por ejemplo), hasta parecía antipática y distante. Años después de ese primer encuentro me di cuenta exactamente porqué Zully Moreno me gustaba: porque era excesiva. Era mucha mujer hasta cuando hacía papeles inocentes. Y en ese exceso, Zully Moreno hacía que todo a su alrededor se creara a través de ella. Los objetos, los ambientes, las historias pasaban a ser un apéndice suyo. Hasta los galanes que la acompañaban (salvo Arturo de Córdoba y algún otro que olvido) se opacaban ante la dama total que arrastraba su voz y su mirada por las escenas y las situaciones. Una suerte de Circe criolla se adueñaba desde la pantalla de todo, hasta quedar sólo ella y un público hipnotizado, preso de una magia, la suya, que eclipsaba hombres, anécdotas, decorados, esplendores de un cine argentino que nunca más tuvimos.
Sí, en los años en que seguí viendo sus películas me convencí de que no era hermosa, que nunca lo había sido y por eso fue la diva indiscutible de nuestro cine. Ella encarnaba, desde lo suyo, lo que nosotros éramos como país: esa grandilocuencia de mostrador, ese brochette de joyas, rasos y rollos, que de puro descarnado gustaba, que de puro soberbio se transformaba en adorable, que de tan grosero se confundía con el buen gusto. Ella era lo que nosotros queríamos ser y lo que en realidad éramos: un país raro, arbitrario, distraído en la tontería, falsamente modesto, implacablemente superficial y reprimido. Por eso la amé y la admiro a rabiar. Porque desde esa siesta viendo “Que dios se lo pague”, mientras mi abuela tejía crochet y mi mamá le elogiaba los sombreros, supe que ahí, entregándole las joyas a la mendiga, con Zully Moreno, estábamos todos.
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Bello homenaje a una bella mujer. Me hizo recordar aquellas descripciones de Manuel Puig, que me parece una justa comparación a tu texto. Podría surgir mucho de esas anécdotas. Abrazo.
ResponderEliminarMe pasó algo horrible el otro día. Estaba viendo Dios se lo pague por canal 7, un sábado, y cuando faltaban 15 minutos para el final de la película, se me cortó la luz. Insulté a Edesur toda la tarde. Y sigo sin saber cómo terminó la peli.
ResponderEliminarEfectivamente, Zully Moreno tenía "algo" distinto. No era particularmente hermosa (Delia Garcés era mucho más bella) pero su rostro se imponía a las cámaras.
Saludos!
URL:http://www.youtube.com/user/pinchemale
ResponderEliminaresa es la dirección de mi canal de cine argentino todo lo que existe del cine de oro está ahi o va a estar en los próximos días, hay por ahora 233 películas. Me encantaría que el escribió este impecable relato sobre, mi idola, se de una vueltita, para verlo.
y necesito saber de que película es esa foto con Arturo de Cordova, me parece que no es de Dios se lo pague y no es de María Montecristo. De dónde es??? por favor necesito saber.
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