Quizás estaba demasiado quieta en medio del aire. O me pareció así, después de su ropa contra el piso y el rostro prendido de la lámpara como una foto.
Quizás estaba demasiado cerca de mis ojos para parecer extraña. O fue por ese pequeño pudor de abrir los brazos en cruz sobre una alfombra de hormigas.
O también, quizás, el amor sirve tan poco que se destroza encima de uno como una página de vidrio para no ser leída.
Y se pierde así para dejar en la memoria la penumbra de un cuarto, el perfil de una mujer arriba de los dedos.
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